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Mujer e Iglesia
Una crónica de voces de esperanza
Somos mujeres creyentes, alzamos la voz y nos manifestamos...
Queremos denunciar las múltiples formas de injusticia e invisibilización...
"Nos hemos organizado para expresar nuestra Revuelta en la Iglesia, para que la Iglesia vuelva a ser una comunidad de iguales y la igualdad se haga costumbre..."
Andrés Muñoz
8 de marzo de 2024
web de Moceop
En una época d exaltación capitalista, de auge de la identidad ultra y del dominio de la cultura patriarcal y machista, es una gozada poder hacer una crónica de unas prácticas, hechas por mujeres, en donde la fraternidad, la corporeidad, la alteridad, la igualdad, la comunidad y la libertad espiritual son presentadas como valores de regeneración y de futuro para una sociedad y una iglesia más solidarias e inclusivas, en donde los odios ideológicos y los totalitarismos queden eliminados.
Un año más (y ya van 20) la Revuelta de Mujeres en la Iglesia ha levantado la voz y se ha hecho oír en todo el estado español. El domingo, día 3 de marzo, a las doce en punto junto a las puertas de las catedrales e iglesias principales de más de 30 ciudades, muchas mujeres, y algunos hombres, han celebrado y reivindicado su legítima pertenencia a la comunidad de Jesús, como sujetos de pleno derecho con voz y voto, bajo el histórico lema “Hasta que la igualdad se haga costumbre en la Iglesia.”
Todas y todos los que hemos asistido y participado en estas concentraciones damos fe de que han sido momentos gratificantes, cargados dinamismo, fuerza, simbolismo y energía creativa sin estridencias ni insultos ni acritud. Lo que no quiere decir que hayan sido manifestaciones de autocomplacencia ni mucho menos de seguidismo eclesial. Ha habido indignación y propuestas, memoria, reparación y esperanza, todo un programa de denuncias y buenas prácticas de cara a lograr una Iglesia realmente sinodal. Y todo lubricado con un ambiente acogedor serio y sonriente a la vez.
Estas concentraciones-celebraciones han sido preparadas concienzudamente por los distintos equipos locales, después del lanzamiento de un video de presentación y promoción común con el título: “Si la mujeres callamos, hablarán las piedras”. En él se dice quiénes son las “revoltosas” y el por qué de la Revuelta: “Creyentes feministas, luchadoras en tiempos de crisis económica, que agudiza aún más la pobreza y la precariedad de las mujeres, seguimos en la Revuelta, Revuelta de mujeres en la Iglesia hasta que la igualdad, la justicia y el cuidado de la casa común se hagan costumbre”. Especifican que son jóvenes y mayores, trabajadores, profesoras, teólogas, enfermeras, del norte y del sur. “Somos LGTBIQ+, étero.. Somos laicas y monjas, católicas y críticas”. Alzan la voz ante situaciones muy concretas: “para que se viva el amor LGTBIQ+ como amor trinitario.. para que la moral de la Iglesia se preñe de ternura y misericordia.., para que la igualdad y la visibilidad de la mujer en la Iglesia se haga realidad”.. en la teología feminista.., para que los laicos tomen la palabra en la Eucaristía, en las estructuras de la Iglesia…hasta que podamos predicar, decidir y celebrar en una Iglesia de iguales”. Y resumen: “somos mujeres, somos Iglesia, somos revuelta”.
Esta declaración como colectivo no es teórica sino que la explicitan durante todo el año en encuentros, publicaciones, conversatorios online, charlas, conferencias, notas de prensa. Pero, sobre todo, es en estos actos públicos, anuales alrededor del 8M, en donde con más claridad y significación se oye su voz fuerte y profunda.
Recogiendo noticias de la distintas revueltas habidas en las distintas ciudades del país se concluye que esta apuesta femenina, feminista y eclesial es un trabajo en red bien trenzado. Todo el colectivo sigue una línea y un mensaje común, pero luego cada grupo local prepara y celebra con libertad, creatividad y simbología propia. Y aquí es donde aparece toda la riqueza, la fuerza, el entusiasmo y el trabajo con gestos cargados de pedagogía, estética, fe y esperanza que hacen presagiar que este “movimiento revoltoso cristiano y feminista” es un motor de cambio, una señal de esperanza cierta hacia una iglesia de iguales y una recreación eclesial, fruto de la Ruah, según ellas, en donde no “habrá llanto, ni clamor, ni dolor” de discriminación, desigualdad e injusticia contra las mujeres, porque el autoritarismo, el clericalismo, el machismo, el dogmatismo, “esas cosas de antes, habrán dejado de ser” (Ap, 21).
Los momentos concretos de cada celebración nos hablan superación de males endémicos de la Iglesia. Así en una ciudad las mujeres aparecían con el rostro tapado con caretas blancas, indefinidas (invisibilización) para después desenmascararse y hacerse visibles. En otro acto de otra ciudad las asistentes se tapaban la boca con el pañuelo violeta significando su poca participación; luego se lo quitaban y pedían “voz y voto”. Otro gesto significativo ha sido poner una cesta con pan y repartirlo, porque “no queremos las migajas sino participar plenamente de la comensalía eclesial”, decían.
Un caso singular ha sido el que las mujeres reunidas ante una iglesia, no catedral, decidieran entrar a la eucaristía que dentro se celebraba con sus pañuelos violeta puestos. Fueron aceptadas y acogidas por el sacerdote y la feligresía presente.
En varios lugares ha habido una memoria agradecida a las “matronas”, que para las mujeres de la revuelta son referentes, y las hacían desfilar en pancartas o posters: Simone Weil, Mary Ward, Teresa de Jesús, Hildegard von Bingen, Egeria, etc… Otras han preferido mostras en cartulinas los nombres de mujeres evangélicas como la Hemorroisa, la Samaritana, María de Jesús, María Magdalena, Febe…
En todas las manifestaciones había música, canciones reivindicativas como La Puerta Violeta de Rozalén, Remamos de Kany García, Era sábado, libertad de Anawim y hasta canciones clásicas con letras propias adaptadas. En una concentración se inventaron la Danza de la Igualdad, que bailaban en corro. “Mujeres p’a lante, el machismo p’a tras” era un estribillo repetido y bailado como expresión corporal de su sentir emocional de una sororidad compartida. Todo un repertorio de imaginación y reivindicación.
Y muchas frases, eslóganes, mantras, que son gritos de libertad, igualdad y desenfado: Con voto y voz, nos quiero Dios; Limpiar y poner flores, que lo hagan los señores; Menos dogma sexual, más ternura al personal; La suegra de Pedro se apunta a la revuelta; En vez de limpiar, queremos predicar; Basta ya de abusos de poder contra la mujer; Iglesia despierta, cristianas en revuelta…..
Este año se ha querido visibilizar de forma más explícita la victimización de las mujeres y los niños por los abusos sexuales en la Iglesia, un mal sistémico que, por fin, ha salido a la luz y que ha anegado nuestra Iglesia de desconfianza y repugnancia. Memoria, reparación y esperanza, se pedía. Los datos de mujeres adultas vulneradas por violencia sexual, de poder y de conciencia cuadruplican el número de víctimas de abusos de menores.
Este pecado y delito se visualizó en la revuelta de Madrid con dos momentos impactantes: declaraciones de una víctima y un performance con una pintura de Rupnik, pintor, jesuita y depredador sexual.
La víctima dijo entre otras cosas: “Toda palabra se queda corta para expresar tanto sufrido por la herido de los abusos. Providencialmente se me dio la gracia de poder hacerme palabra para denunciar. Esa palabra y tantas mediaciones y, por encima de todo, la Providencia de Dios han hecho posible la justicia y la justicia me ha traído la paz. Muchas gracias…Quedan muchas víctimas. Sigamos cerca de ellas… Rezad por mi y por todas las víctimas”
El otro momento es cuando se descubre un mosaico pintado por Rupnik y delante de él unas mujeres vestidas de negro lo contemplan cabizbajas. En un momento se acercan al cuadro y comienza a salir de él pintura roja (sangre) que las mujeres recogen en sus manos y la trasladan a las manos de las personas presentes, mientras suena una música lúgubre.
En todas las ciudades todas las revueltas terminaban con la lectura de un manifiesto, en el que se recoge las denuncias de injustica e invisibilización de la mujer en la Iglesia, los derechos que se quieren ejercer en ella y el trabajo y el empeño que van a poner para eliminar la discriminación y recuperar la comunidad de iguales que trajo Jesús. El texto íntegro se puede leer en esta misma página.
La voz está lanzada. Muchos medios de comunicación (TV, prensa, redes sociales) tanto estatales como autonómicos y locales han servido de altavoz potente y generoso. Solo queda esperar que estas voces de indignación y esperanza hayan penetrado hasta el “interior de la Iglesia”. De momento ningún obispo ha hecho acto de presencia en ninguna revuelta ante las catedrales. Seguro que estaban muy ocupados en la misa de doce.
MANIFIESTO
Somos mujeres creyentes. Vivimos con pasión el seguimiento de Jesús de Nazaret en muchos grupos, parroquias, organizaciones, movimientos eclesiales y congregaciones. Estamos comprometidas con la causa de Jesús y luchamos por la renovación de la Iglesia y la transformación social desde la perspectiva de las mujeres.
Alzamos la voz y nos manifestamos porque vivimos una profunda discriminación en la Iglesia y ha llegado el momento de decir “¡Basta ya!”. Ni podemos ni queremos callarnos. Estamos cansadas de las incoherencias y autoritarismo que percibimos a diario, por eso:
Queremos denunciar las múltiples formas de injusticia e invisibilización que sufrimos en la Iglesia. La institución, con su estructura y organización, está quedando al margen de las conquistas sociales en igualdad y corresponsabilidad y está cometiendo un error.
Reivindicamos la necesidad de un cambio imprescindible: el acceso al diaconado y al presbiterado femenino, para atender a las comunidades cristianas. Denunciamos la desproporción entre el número de teólogas preparadas y los puestos que ocupan como docentes en las facultades de Teología y en otros puestos de responsabilidad.
Queremos hacer visible nuestro trabajo incansable y gratuito. Las mujeres somos mayoría aplastante en el voluntariado, en las celebraciones religiosas, en catequesis, en pastoral, en la acción social con las personas más empobrecidas, en los movimientos eclesiales, en la enseñanza, en la vida religiosa… Somos las manos y el corazón de la Iglesia, pero se nos niega la palabra, tener voz y voto, la toma de decisiones y el liderazgo en los ámbitos oportunos, como se ha puesto de manifiesto, una vez más, en el Sínodo de la Amazonía.
¿Qué sería de la Iglesia y de las iglesias si dejáramos de hacer todos estos trabajos, porque estamos cansadas de la invisibilidad y de la injusticia?
Trabajamos en la Iglesia, porque es nuestra comunidad de referencia para vivir el Evangelio. Seguiremos trabajando en ella para que podamos recuperar la comunidad de iguales que trajo Jesús.
Hace años abrimos una brecha en el muro que nos impedía el acceso a los estudios de teología, no pararemos hasta que se reconozca y valore la riqueza de teología feminista, como motor de cambio. No pararemos hasta que se elimine el lenguaje patriarcal y sexista en las homilías, textos litúrgicos y documentos; hasta que la moral sexual de la Iglesia se preñe de ternura y misericordia y deje de culpabilizar a las mujeres.
Seguiremos trabajando con empeño para que la Iglesia dialogue con los movimientos de liberación de las mujeres y reconozca la diversidad de familias, identidades y orientación sexual.
Trabajamos con ahínco para que la Iglesia denuncie el sistema económico neoliberal que impide que las personas tengamos unas condiciones de vida acordes con nuestra dignidad, porque este sistema expolia a la tierra, fomenta la feminización de la pobreza y favorece la explotación laboral y sexual de las mujeres. Trabajamos y trabajaremos para recuperar una Iglesia donde las mujeres seamos reconocidas como sujetos de pleno derecho, con voz y voto en todas partes y valoradas por nuestros talentos y carismas.
En el año 2000 celebramos el Jubileo de las Mujeres, manifestándonos ante la catedral de Madrid. Hoy, 20 años después, damos un paso más: nos hemos organizado para expresar nuestra Revuelta en la Iglesia, para que la Iglesia vuelva a ser una comunidad de iguales y la igualdad se haga costumbre ).
3, marzo, 2024